Ante el sombrío panorama actual,
nada mejor que una música retrate esta
confusa sensación. De algún modo The Kilimanjaro Darkjazz Ensemble refleja a la
perfección pasajes enigmáticos, aterradores y claustrofóbicos.
Conocí al grupo en una de mis
intensas búsquedas por jazz rarito. El nombre me llamó la atención, así como también
el diseño pesadillezco de la portada de su disco que por la composición y aura
me recordo mucho al The Seer de Swans. La banda Holandesa formada en el año
2000 bebe de las raíces del stoner rock por lo que han intentado traducir en
clave jazz el sentido de un viaje en acido vertiginoso por el desierto, pero la
crítica los ha terminado catalogado como arquitectos del Dark Ambient o Dark
Jazz, aunque el ensamble (que partió como cuarteto) ha experimentado con
diferentes estilos, siempre primando que abunde una cuota característica de
onirismo, de una que puede llegar a ser tan apacible como perturbador a partes iguales,
casi como una película de David Lynch. Esto no es a priori, el proyecto fundado
entre Gideon Kiers y Jason Kohnen (dos estudiantes de arte) nació con la
intención de grabar bandas sonoras para películas mudas como Nosferatu o
Metrópolis.
Considero que este, su segundo
disco, Here Be Dragons, la banda alcanza un equilibrio que hace que la obra
entera se escuche como una alucinación constante. Sombría, introspectiva y
profundamente volátil. En este disco el grupo consigue marcar trabajos de corte
astral que difícilmente superan en su siguiente y último trabajo hasta la
fecha.
Here Be Dragons es un trabajo que
merece absoluta atención en su escucha, difícilmente podríamos apreciar su
atractiva atmósfera si estamos realizando otra cosa, para dejarlo bien en claro,
no es música que sirva de fondo, mucho menos en una reunión de amigxs, es
música terriblemente solitaria y que te puede absorber varias ideas, escuchar
el disco durante la cuarentena me ha dibujado varios momentos que traducen un
poco el clima enrarecido de todo esto.
El disco, además de su obvio
ambiente oscuro, destaca por la utilización de instrumentaciones eléctricas que
brindan a los pasajes jazzeros de un carácter único. El primer tema Liquid Squid muestra el tenor del
cancionero, comienza neblinoso, pero de a poco los estruendosos sonidos de una
tuba y un trombón se escuchan cada vez con mayor intensidad, luego le abren el
paso a una seguidilla de sonidos electrónicos en los que deambulan ruidos y
voces espectrales hasta que la batería arranca con un swing muy técnico, el
tema irá subiendo, con unas voces en overdub que se amalgaman, pero entonces
cuando parece que todo explotará las apacibles cuerdas de una guitarra
eléctrica con delay nos llevan a otro lugar, como si estuviésemos recorriendo
un sueño, vuelven los coros apacibles y todo se transforma en una
electrónica/jazz oscura al más puro estilo de Ulver o Litle People.
Una estructura similar tomarían
el resto de canciones sintiéndose como una mezcla entre Aphex Twin y Bohren & Der Club of Gore, de hecho, Samhain Labs mantiene un sonido muy
característico del cine noir que hace que la relación sonora con el grupo
Estadounidense sea mayor. La banda también se acoge a un minimalismo en algunas
canciones donde el fuerte lo lleva algún instrumento, en ese sentido en Embers la voz de Charlotte Cegarra se vuelve un instrumento crucial
que va dibujando un delicioso sonido de trip hop que recuerda el aplome de
Portishead. Caravan! Tiene ese
sonido de banda de jazz antigua y errante, que se paseaba tocando por las distintas
cantinas de la gran ciudad, de esta forma los instrumentos de cuerda frotada
toman un uso disonante, tal como ocurre en la mística Sirocco donde las cuerdas,
la voz y las baterías electrónicas van dibujando fríos témpanos que recuerdan
en algo el concepto de los discos de Radiohead “Kid A” y “Amnesiac”
En Mists of Krakatoa tenemos por momentos una guitarra que emula esos
acordes emocionales propios del post rock de Mogwai, pero gracias al piano
brumoso constante la canción se va transformando en una melodía que tal como un
barco, se bambolea por las corrientosas olas del jazz ambient y la electrónica krautock, ojo a esos coros
femeninos que aparecen casi al final de la canción, remiten a cantos balcánicos
y hacen que el tema tenga mayor densidad.
Seneca es el gran momento del disco, una canción que mantiene la
estructura presentada, pero que va adquiriendo ribetes solemnes en gran medida
por el trombón que va generando una sensación de plenitud frente al olimpo. Seneca pasa de la
música celestial a un trip noise donde la voz de Charlote Cegarra vuelve a
tener preponderancia absoluta esparciendo un brillo luminoso a un disco que se
concentra en lo fronterizo e inefable. The
MacGuffin (nombre usado por los guionistas para realizar una técnica
narrativa en la cual un elemento de utilería que ha pasado desapercibido por el
espectador cobra una relevancia insólita, pero coherente para la historia
produciendo un giro sobre cómo entendemos la historia, aunque también se usa
para nombrar un elemento recurrente que hace avanzar la trama. Disculpen, es
que estudie cine) es el tema más
explosivo, llena de sonidos que van matizando un agudo lamento hasta que la
batería se detona en explosiones de platillos y bombos, un final que contradice
un poco el recorrido más oscuro y calmado del disco, pero que al escucharlo en
su conjunto no deja de sentirse liberador, como si esa explosión fuese el
filtro de energía que necesitábamos para volver en si, después de la larga
ensoñación.
Here Be Dragons es un trabajo
totalmente onírico, ambiental al que se le critica únicamente que sus canciones
a un punto parecen repetitivas. Es un disco que también tiene orientaciones
hacía el post rock, en definitiva, un trabajo (y uno de esos grupos) que vale
escuchar sólo de vez en cuando debido a que resulta en una experiencia un poco
agotadora.-
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