sábado, 27 de junio de 2020

100 discos para mis treinta: #73 Niños del cerro – Nonato Coo (2015)



¿Faltaba algo de indie chileno a esta lista? La verdad que no, pero cuando descubrí este disco hace un par de años, realmente lo sentí como un viento fresco para el panorama de la música chilena actual, especialmente del rock indie que siempre considere muy aplanado a partir del 2005. Este trabajo tiene una mística curiosa, incluso desde su portada y aun cuando mantiene algunos clichés propios del género, su escucha resulta tan agradable y única que se terminó convirtiendo en uno de mis discos favoritos de la life.

 
Bicicletas, juventud y tristeza




El indie rock nunca ha sido un género musical en sí, en realidad es una forma de denominar a un movimiento de artistas o grupos de música que en un contexto determinado entregan un sonido que va un poco por el costado de lo que la industria mainstream propone. Quizás los referentes más claros de esto sean Sonic Youth o Dinosaur Jr, los primeros consiguieron convertirse casi por suerte en un fenómeno underground de la década de los noventa, su estatus de culto nunca cayó, mientras que el segundo mantiene mucho mejor la esencia de lo que entendemos como indie rock: un grupo con un sonido lo-fi y que por causas del destino nunca lograron pegar con un one hit wonder siquiera, pero que se mantiene en las pistas a través de pequeñas tocatas mantenidas por el apoyo incondicional de una fanaticada casi invisible, pero sólida, así como por un montón de grupos más consagrados que le rinden tributo.

En chile si hablamos de indie es indispensable mencionar a la banda Panico, quienes han sido el mejor ejemplo de condensación entre sonido y actitud, las influencias son importantes: Sonic Youth, Pixies e incluso los primeros discos de Wezeer, pero a medida que Panico crecía artísticamente como banda, ese componente característico del indie se apagaba y por muchos años se sintió una sequía en la escena, digo se sintió porque es obvio que durante la década de los 2000 aparecieron muchas bandas, pero hacía falta que el movimiento se renovara y ganara consistencia. Aparecieron las tribus urbanas, lxs hipster, el rock en general empezó a mutar y a morir comercialmente, apareció un llamado y potente nuevo pop chileno y entonces llegamos al 2010 y empezamos a conocer con el correr de los años un movimiento independiente de bandas que rescataban los principios del indie, pero con un sonido que se alejaba de ese rock noventoso, aunque recuperaba ciertos ecos del garage o el post punk. Planeta No, Patio Solar, El cómodo silencio de los que hablan poco, Medio Hermano, Niño Cohete o Amarga Marga, son algunas de los grupos que irrumpieron en una nueva escena y eventualmente fueron buscando su lugar en la ( hoy más que nunca) reducida industria de la música chilena. Era obvio que ser independientes no era una opción, era el camino. 



Entre todos estos grupos creo que Niños del cerro fueron los que más me llegaron. Con una estética que me hace sentir un poco viejo, pero con una sensibilidad que conecta bastante bien incluso con gente de mi generación (recuerden, ya tengo 30 y la mayoría de lxs integrantes de estas bandas debe ir por los 25 años) su disco debut, premiado por la crítica en su momento tiene mucho que decir y de alguna manera consiguió transmitir un sentimiento generacional que probablemente no se repita en ningún de sus trabajo futuros.

Los pulover anchos, las selfies tapándose el rostro, la angustia existencial, el veganismo, los parches con mensajes contestatarios bordados en la ropa de segunda mano y por supuesto las bicicletas fixie, reflejan quizás una juventud Chilena mucho más melancólica, que no sienten ninguna confianza por el sistema ni las instituciones y que prefieren gozar de una existencia momentánea en vez de planificarla. El acceso más fácil a las drogas (por lo menos más fácil que el que existía en chile en los noventa y a principios del 2000) da la sensación de que también nos encontramos frente a una juventud etérea, que como vimos el año pasado con el estallido social, no tienen miedo en ser los primeros en salir a luchar, quizás no tanto pór una urgencia social, sino porque realmente sienten que no tienen nada que perder y están constantemente buscando experimentar la vida más que pensar en ella. Así tal cual como cantaba la Mena en su tema “El siguiente nivel” es esta generación, esta nueva juventud chilena, la que ha alcanzado una nueva etapa y de la que espero no se desinfle ni sea absorbida por el sistema.

Armonías etéreas, voces tristes y baterías con mucho flow



Pero bueno mucho blablá, ya es hora de comentar sobre el disco en sí. Primero que todo, Niños del Cerro es una banda oriunda de la asquerosa ciudad de Santiago, no obstante esa sensación de vivir en una metrópolis es descrita más bien como quien se mueve por los barrios periféricos de la capital, las comunas más alejadas del centro entre La florida y Puente Alto, barrios si bien no marginales, muy alejado de la clase alta. Esa sensación es algo que se puede captar casi inmediatamente al escuchar el primer tema de este disco, justamente el que le da nombre “Noonato Coo” el cual narra la experiencia del compositor principal del grupo Simón Campusano (quien ya ha empezado una carrera solista)  cuando se pegaba sus largos viajes en bicicleta para ver a su novia, una sensación que conozco muy bien. El tema presenta una constante en los aspectos sonoros de la banda y que consiguen darle a este debut una personalidad única: guitarras etéreas, ritmos que remiten a una herencia latinoamericana y una constante melancolía. “Noonato Coo” justamente goza de una base de baterías que recuerdan al compás básico del regeton y el bajo marcando un patrón sacado de los ritmos propios de la salsa, la melodía ambiental que las guitarras consiguen producir al ser acompañados por estas características rítmicas consiguen otorgarnos a nostrxs lxs oyentes una sensación que fluye entre la nostalgia y la energía. Hay que agregar que en este tema la cantante Yaney Salgado de la banda Patio Solar, aporta un registro de voz en los coros que le da mayor preponderancia y belleza al tema.



“Ropa de verano” funciona como guiño melómano a la banda de rock psicodélico Animal Collective, de hecho el coro presenta voces en delay, así como un solo de guitarra cortesía de Ignacio Castillo que buscan tributar de alguna forma a aquella banda. La temática de esta canción habla de salir temprano y no volver a casa hasta muy tarde, callejeando. “Viste de palabras” continua con las letras sencillas que retratan una vida dentro de la clase media-baja, las casas pareadas y las ilusiones de aspiración que secretamente se esconden detrás de eso, ya que para bien o para mal, nadie en Chile quiere quedarse eternamente como parte de la clase media-baja, en ese sentido las letras que amagan con pequeñas historias de juventudes aparentemente intrascendentes, pero completamente representativas (Algo que Alex Andwanter de alguna manera ya había explotado en Teleradio Donoso)  tiene una similitud en su forma con el grupo indie rock español de los noventa Los Planetas, quienes solían transmitir sentimientos en sus canciones mediante letras que hacían alusión a palabras claves, de lugares o nombres específicos que iban desde lo abstracto hacia lo real. Esta juventud resulta tan melancólica como imaginaria.



Pero si hablamos de Los Planetas “Capital” termina siendo la canción que más emparenta a los santiaguinos con la banda Granadina, debido a las texturas y capas que se forman entre la guitarra y el tonebank, El tema tiene un aire dream pop bastante excelso y la letra por supuesto transmite un sentimiento de desolación “Tuve que buscar/ tan lejos, tan lejos/ allá en otro lugar/ nos quisieron/ nos quisieron tanto/ tuve que viajar, tan lejos, tan lejos/ allá en otra ciudad, nos quisieron, me quisieron tanto” 



“Jose de los rayos” irrumpe con un simpático dembow, los ritmos bailables de la batería se lucen con intensidad gracias a José Mazuret, quien mantiene en todo momento un nivel muy alto de percusión y es quizás uno de los elementos más importantes dentro de la personalidad sónica del grupo, así mismo las guitarras mantienen ecos de la cumbia peruana, son ese tipo de devenires que marcan una presencia distintiva de este disco ante otros, otorgándole una gran frescura que te hace sacar una sonrisa. Al contrario “Nos vemos cómodos en este frío” remite en fondo y forma a The Cure, pero gracias a las baterías características y esas guitarras tan oníricas, mantienen la estética del disco.

“Videojuego” es otro experimento bastante bien logrado, si bien la letra habla del término de una relación y de encerrarse a pasar el dolor jugando videojuegos, el trabajo formalmente nació según su compositor como un trabajo universitario (Simón y otros integrantes del grupo son estudiantes de música) en el que buscaban explotar las texturas de la guitarra. Finalmente el cierre casi épico de “Las palmeras” track de casi 8 minutos, trata sobre las antenas de telefonía disimuladas en formas de árboles dentro del barrio de Simón, lo que podría tomarse como una crítica social y política, pero que tampoco es un grito contra sistema, ya que de alguna forma también en la letra se retrata todo esto como parte del paisaje del barrio, al punto de que para Simón en ciertos momentos del días esas antenas, pese a lo nocivas que son para la salud, logran tener cierta belleza y son finalmente parte de su cotidiano y de su vida, de hecho, esa misma antena es la que aparece en la portada del disco. Musicalmente el tema consigue ser un hito al sintetizar las características más prominentes del sonido del disco y brindar ciertas conexiones con el sonido indie de sus colegas argentinos El mato a un policía motorizado (de quienes se declaran profundos fans). Como curiosidad decir que esta canción fue una de las primeras que la banda compuso, cuando estaban en su etapa escolar.



Este disco resulta en una excelente piedra fundacional para un resurgir del rock indie chileno, ya han pasado cinco años desde que se estrenó y la banda ha ganado mucha notoriedad, ha ganado premios y ya tienen un segundo disco que potencia mucho más el sonido de este debut. Si bien aún no ha ocurrido un resurgir del indie rock chileno que movilice a esta generación (al parecer el trap vino a ocupar ese puesto) las bandas mencionadas, y este disco sobre todo sigue resultando representativo y a estas alturas esencial para comprender una etapa más de lo que es el rock chileno. Idiosincrático y personal, vale mucho la pena darle una oportunidad a este LP.

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