jueves, 25 de octubre de 2018

La pregunta incomoda que los onvres nunca nos hacemos



Para nadie es un misterio que el feminismo, por lo menos en el conosur de américa, se ha convertido en una fuerza social potente y fornida. Este año en Chile, se generaron varios paros universitarios liderados por mujeres demandando derechos lógicos como respeto, dignidad y equidad. En Argentina, la mayoría de las mujeres han sacado la voz para posicionarse a favor de la ley de aborto, que de manera muy resumida, se podría traducir como la libre elección sobre sus cuerpos. Pero esta llamada cuarta ola del feminismo ha causado mucha urticaria por redes sociales, tanto en varones como mujeres, quienes no comprenden o no comparten los modos de visibilización del movimiento, desviando muchas veces la discusión a asuntos colaterales como el lenguaje inclusivo o la agresividad del discurso. Y entonces, empieza a resonar una palabra como nunca antes en la historia: deconstrucción. ¿Qué tanto nos podemos deconstruir en este contexto? Por supuesto la pregunta va dirigida con especial énfasis a nosotros, los queridos onvres.



Para qué deconstruirse ¿para ser cool?

Primero que todo habría que desbaratar la pregunta sobre qué papel deben desempeñar los onvres dentro del feminismo. Según Valerie Solanas simplemente deberíamos ser esclavos, sumisos absolutos dentro de una utopía feminista. Y yo estoy de acuerdo, sólo que, toda esclavitud tiene su rebelión y no entiendo mucho cuál es la idea de derrocar un sistema de opresión para terminar tomando el lugar del opresor. Ya hable de estos mambos en otra entrada a principios de año (la puedes revisar acá) y mi súper conclusión fue que el único aporte que podemos hacerle al feminismo es deconstruir nuestra masculinidad. Con toda la pedantería del mundo me autocito:

 “Quizás es un buen comienzo sentir que somos débiles, que no tenemos que cargar con el peso del mundo, que nuestros penes pueden ser chicos y no pasa nada. Siempre necesitamos hablar de nuestra heterosexualidad, y personalmente creo que hablar de chicas y deseos está bien, es sano, pero la heterosexualidad nos termina comiendo, buscamos repetir en nuestras conversaciones todas las ideas que nos han exprimido hasta la medula. ¿Por qué no aceptamos que sentimos un deseo homoerotico por los artistas que admiramos? ¿Por qué buscamos disfrazar todo con el intelecto?; ¿Por qué no nos concentramos más en llevar adelante la irreverencia como bandera de lucha, en vez de la seriedad atolondrada?”

Ahora bien, la deconstrucción no es un camino unilateral que se pueda imponer por conveniencias de agendas políticas. Como expresa el colectivo Manada de lobxs, en Foucault para encapuchadxs: “La deconstrucción implica la modificación de la propia subjetividad no la de lxs demás. So pretexto del deber ser” Sólo nos podemos deconstruir en la medida que aquella acción tiene sentido para nuestras vidas. Aquel sentido debe ser  despertado por el verdadero deseo, no el que se impone. La deconstrucción es un esfuerzo que sólo tiene objeto cuando nos atraviesan  preguntas genuinas ante lo que vemos en el cotidiano: ¿Por qué soy hetero?; ¿Es necesario tener hijos?; ¿Existe algo como la vocación?; ¿Cuál es mi verdadero deseo? Desnaturalizar una realidad que percibimos en completa anestesia. Es duro, sobre todo porque esas preguntas se pueden quedar en un mero sentimiento de angustia existencial. Al contrario, en vez de sentirnos perdidos, esas preguntas tan difíciles nos deben abrir el proceso de deconstrucción, una instancia que no tiene nada que ver con la estabilidad emocional o la proyección de planes para la alegría (“Querida, creo que el Martes me deconstruiré, así seré políticamente correcto”), sino al contrario, tiene que ver con el shock, con el estado de crisis y el cómo mantenerse firme pese a la demolición de tantos preceptos  fijos en la vida, por supuesto, siempre que ayuden a aumentar nuestras potencialidades alegres. Así que deconstruirse no es algo cool ni vendible, pero es positivo en la medida que es una elección única.

                                                 Capusotto y su idea del hombre progre

Es más fácil derrocar las imposiciones del mundo mientras menos cosas nos aten a una realidad normativizada. Para alguien que lleva una vida estable y capitalista, la deconstrucción es un ejercicio casi vacío, porque no le conviene hacerse preguntas que desestabilicen sus formas de vida. Por eso, quizás el mejor momento para dinamitar las normatividades es en plena juventud, cuando la irreverencia a la autoridad es siempre una forma de rebelión. Después al crecer, irremediablemente nos vamos convirtiendo en esa autoridad. El feminismo ha salido a las calles buscando (además de reivindicación)  poner en tensión estas ideas de orden, quizás por eso choca tanto con la gente conservadora, quienes ya de por si conviven con la incongruencia de mantener valores cristianos y económicamente liberales en su existencia. El feminismo produce un caos social del que muchxs tienen miedo porque sienten que arrasará sobre su frágil equilibrio de vida, y especialmente sobre los pocos (o muchos) privilegios que tienen y creen haber ganado.

Onvres feministos: Aceptan el feminismo, siempre que todo siga igual. Total, en este sistema no laceramos mujeres y no les hacemos ablación de clítoris, como en Medio Oriente o África.

Hace poco estuve revisando un canal de youtube llamado Un tío blanco hetero, en el cual justamente un tipo (cubierto entero con telas blancas) pone en cuestionamiento cualquier discurso proveniente de una minoría: acusando de radicalismo político y segregación violenta a básicamente todos los movimientos sociales que denuncian los privilegios de hombres blancos y heterosexuales. Un tío blanco hetero no es exactamente Dalas, muchas veces hace esfuerzos por entregar interesantes argumentos científicos (obvio, siempre con la idea perpetua de que la racionalidad sólo puede ser entregada por la “objetiva” ciencia, mediante algún estudio conductista de la universidad de Oxford o algo así) refutando algunas pautas extremistas de estos grupos que a veces terminan cayendo en un proselitismo fascista. Aun así no puedo estar de acuerdo con lo que él plantea, especialmente con la idea de que los privilegios son desiguales sólo para las clases sociales y no para los géneros. 

Hay que sacarse de la cabeza que los privilegios son un invento insuflado por una minoría radicalizada, claro, yo no me siento en absoluto más privilegiado que Melania Trump o  Lady Gaga, por ejemplo, pero dentro de mi universo, indirectamente corro con mayores ventajas que una chica cis o trans en derechos que en teoría, corren igual para todo el mundo, por ejemplo: Nunca me han acosado, pocas veces han menospreciado mi opinión cuando la doy en un grupo mixto y nadie se ha atrevido a objetar lo que hago con mi cuerpo. Por supuesto, todo esto es involuntario a mí, y no quiere decir que por ser lo que soy algún día no me vayan a acosar, menospreciar mi opinión u objetar sobre mi cuerpo, pero es menos probable que me ocurra mí que alguien que no sea un varón cis. 

Mira querida. Renuncie a mis privilegios y ahora lavo los platos en vez de leer y fumar.

Es lo que Leonor Silvestri llama privilegios involuntarios, y es que todxs nos beneficiamos un poco de la opresión del otrx, ¿o acaso crees que para que un país surja dentro de un modelo neoliberal no deben existir otros países donde exploten trabajadores?, ¿se libren guerras para mantener el flujo del dólar?, ¿o se vacíen recursos naturales devastando el ecosistema? Esto no es para que vivamos sintiéndonos culpables del sistema de mierda en el que funcionamos, pero si vale la pena ser consciente de que aquello que gozamos, siempre le va a pesar a alguien más. Con el sistema de género pasa algo similar: para que exista la creencia de que hay un sexo fuerte, debe existir un sexo débil y representársele de aquella forma. 

Hay muchos relatos de abuso por condiciones de género sobre la mujer. La industria cultural por años se ha engolosinado moldeándola a la imagen más conveniente para el sistema heteronormativo y capitalista. Es cierto que figuras femeninas del espectáculo se han convertido en un grito de liberación y denuncia para el movimiento feminista en algún punto de la historia, pero siempre ha sido a pesar de la industria cultural y no gracias a ella.

Las discusiones sobre el feminismo dentro de internet, mediante memes o rápidas opiniones al voleo, tienen que ver siempre con lo histéricas que se ven las mujeres reclamando en una protesta. Esto es porque mucha gente tiene la idea perpetua de que una mujer luchadora es realmente una que se hace cargo de su casa, de sus hijos, de su familia y no una que sale a protestar mostrando las tetas. La abnegación y el sacrificio por sobre todo, por eso es que queremos tanto a nuestras madres, ¿no? Porque la dimensión de placer y rabia no son elementos primordiales en un imaginario de lo femenino o de la femineidad. Esto es lo que nos han enseñado los preceptos sociales de las instituciones que organizan la sociedad y a la vez han sido codificados y transmitidas a través de la Industria cultural. Por medio de esto, el coraje y la pasión son valores que se los dejamos únicamente a los onvres,  la masculinidad esta para eso y la femineidad, como concluye Despentes, es simplemente el arte del servilismo. 

Lo que debe ser una mujer según los relatos sociales y las instituciones
Es allí donde entran los problemas y grandes discusiones de internet, porque si bien, aún existen discursos sociales que dejan ver que si a una mujer la violan  o la maltratan es debido a que en cierto punto ella se lo busco, sigue siendo más fácil condenar los casos de violación extremos (obvio, tienen que ser casos salvajes, donde la víctima no sólo sea mancillada sino que golpeada o quemada con agua hirviendo, porque si sólo se trata de un polvo ¡CÓMO SÉ YO QUE ELLA NO QUERÍA!) a otros elementos más sutiles como el mainsplaining.  La encrucijada (casi imposible para los varones hetero-cis) sería cómo renunciar a los privilegios sin tener que soportar grandes consecuencias al respecto. Por supuesto, esto es un imposible y  sólo cabe en el imaginario de las personas que en el fondo quieren que todo siga igual. Justamente gente a la que mejor le viene un feminismo que se lleva bien con el poder, es decir, un feminismo blanco, punitivista y hasta capitalista a estas alturas. Los hombres que se autoproclaman feministas y sólo esperan que eso se traduzca a derechos legales a favor de la mujer, son aquellos que nunca se harán la verdadera pregunta incomoda “Podré ser yo un violador” Claro, esa pregunta se responderá de inmediato: “Por supuesto que No, yo apoyo a las mujeres” Pero lo cierto es que a pesar de nuestra buena onda, no dejamos de ser hijos sanos del patriarcado, y a mi modo de ver, es mejor tener esa luz de alerta que inhibirla y negarla por completo.

Un hijo sano del patriarcado



Pero vamos a la raíz del problema: la inequidad de género, la que produce violencia simbólica y en muchos casos termina convertida en violencia real. Esta idea se combate de distintas maneras y por supuesto la más efectiva (a mi juicio) sería desmontando este sistema no en sus efectos sino en sus estructuras, y la mayor estructura es la heteronormatividad global obligatoria. 

Pero por mientras tenemos que bancarnos una guerra en la que sólo importa deslegitimizar todo. Y ahí es donde entra la figura del onvre, ¿por qué lo escribí así? porque no son sólo varones los que les molesta todo este fervor, también hay mujeres e incluso homosexuales que creen que a veces “las feministas se pasan de la raya”. En el tiempo que llevan gritando consignas, el movimiento feminista ha logrado mucho impacto (lamentablemente también se ha aliado con organismos de poder como la ONU o las políticas progresistas) y a mi juicio, aunque en algunos casos la algarabía ha producido ciertas lobotomizaciones del pensamiento, y un aprovechamiento de figuras públicas para incorporarse de manera oportunista al sabor del momento (tanto en hombres como mujeres), tengo la sensación de que se han conseguido dos cosas importantes para la conciencia colectiva, tal vez no de forma profunda, pero sí han generado una rasgadura positiva que no se hubiese producido si estos temas no se expusiesen a diario:

Por una parte me parece que el número de mujeres que ya no creen en la necesidad de estar con un hombre para ser felices, ha aumentado, y no son necesariamente lesbianas. Muchas veces se usó la idea de la independencia femenina o la desinhibición sexual con motivos capitalistas. Pero siempre se sugirió que la plenitud  venía a través de la pareja y la institución familiar (por eso Carrie de Sex and the city al final se casa). Hoy en día a muchas se les está abriendo la posibilidad de que la plenitud no viene de parte de ningún hombre, de que su independencia o desinhibición sexual no es una fase transitoria a la estabilidad que te da la llegada de una pareja y conformación de una familia. Y esto es lo que más le choca a los onvres, ¿cómo mantener el flujo del heterocapitalismo si las mujeres ya no buscan emparejarse dentro de una institución? Desvanecer el amor romántico, identificar la institución del matrimonio como una forma de extender el patriarcado, empezar a desconfiar de los hombres. Todas son razones que han aumentado el buen número de solteras que cada vez se convencen más de que su objetivo final no es casarse ni tener hijos. El matrimonio, es justamente una de las bases más fuertes del heterocapitalismo que lentamente comience a tambalear sus cimientos.

Por otro lado, creo que los varones hemos empezado a agarrar más miedo (o respeto, o precaución, llámalo como quieras) hacía las mujeres. Sí, entiendo que la palabra miedo resuena a cosas terribles, una sociedad no se debe construir en base al miedo. Pero en esta lucha las mujeres no les queda otra que armarse. Femicidios y violaciones ocurren a cada rato, las noticias no siempre muestran todos los casos, y los abusos a pequeña o gran escala son cotidianos. ¿Entonces qué onda? Los onvres piensan que las feministas son exageradas, que quieren instaurar un régimen donde ellos no puedan expresarse, y por expresarse me refiero obviamente a opinar sobre una chica sin que nadie le pregúntese antes. Esta actitud se puede trasladar a otras cosas, y si una chica no se sabe defenderse le puede ir muy mal. Pero ya vemos que hay casos en donde algunas mujeres por defenderse de sus agresores terminan en la cárcel (el caso de Micaela en Argentina), o que justamente los agresores no reciben una condena coherente a su crimen (el caso de la manada en España). 

Facebook "Barbie y Ken ciudadanos del bien": https://www.facebook.com/barbieykenciudadanos/
 
Aun así y a pesar de que en general todo sigue mal para ellas, tengo la sensación de que los escraches, las denuncias, las reflexiones en torno a esto y la posición confrontacional de algunas, ha ayudado a que muchos se lo piensen dos veces antes de opinar sobre una mujer porque sí, o se lo piensen dos veces antes de intentar cualquier cosa. Ellas están alerta, hoy más que nunca saben que son víctimas en potencia y por lo mismo deben ser agresivas, el doble de lo que es un varón cuando se pone a la defensiva, es la única forma de que los onvres vayan generando empatía por lo que ellas sienten a diario.

Entonces llegamos a la madre del cordero: La violación como acto avalado por este sistema. Por supuesto, no estoy diciendo que el sistema capitalista aliente las violaciones, pero si lo escudriñamos un poco, en el fondo veremos que de algún modo si lo incita. Es cosa de analizar sutilmente el papel cosificado que las publicidades le asignan a las mujeres, los roles que llevan a cabo en la televisión o el cine. Estas influencias nos van formando desde siempre y hoy en día con una cultura del espectáculo tan robusta e imposible de ignorar, es difícil no tragarse la idea de que los varones representan el sexo fuerte, que a las mujeres hay que dominarlas para bien…o para mal.

Todo hombre hetero-cis es ineludiblemente un hijo sano del patriarcado, a menos que haya nacido y criado en una civilización matriarcal. Por ende, y aunque suene a un silogismo barato, todos somos potenciales violadores. El violador no es sólo el relato de un psicópata sin empatía, un violador puede ser cualquiera que haya malinterpretado el porno mainstream y se haya tragado la idea de que en una relación sexual un no es un sí disfrazado, como dice nuestro querido Arjona. Pasaré a exponer un poquito más esta idea que se lee como algo muy incomodo de buenas a primera.

La violación como acto de extrema insensibilidad por la integridad de la otra persona, tiene su relato audiovisual por medio de un acto perverso que merece total repudio, pero entender solamente a la violación como el relato noticioso del psicópata o depravado sexual, es querer entender sólo lo que nos conviene: Que únicamente es un acto propio de enfermos mentales que arrastran traumas desde su infancia.

                           Análisis de la cultura de la violación en algunas películas de cine

Si todxs tenemos una mínima posibilidad en la vida de sufrir un brote psicótico por razones de estrés y no porque estemos (y esta palabra también la detesto) locxs, también podemos ser violadores si no frenamos ese instinto machirulo que resuena a través de todos los códigos culturales que nos hemos tragado desde que tenemos cero años: “Eres mía”, “Esto te va a gustar”, “Va ser sólo un momento” No, es no. Es simple de entender, si una chica se excitó sexualmente con vos y después le bajaron las ganas, no es una calienta sopas, tiene derecho a retractarse y ya. El hecho es que como varones nos han formado para jamás tener un no como respuesta, y bueno, por eso es que estúpidamente nunca desistimos de cortejar a la mujer que no nos quiere.

Es sabido que un gran porcentaje de violaciones surgen en el ambiente familiar, o incluso entre amigxs. Aquella estadística opaca la idea básica de que la persona que ultraja es simplemente un psicópata que arrastra un historial de abusos en su infancia. No siempre la violencia es producto de una causa, a veces la violencia sólo explota por la situación que uno no sabe controlar. Una persona que viola puede saber perfectamente lo que esta haciendo y al mismo tiempo convencerse de que no ha hecho nada mal. Los abusos de menores, o la violación a una amiga en un contexto confuso, le da el poder al abusador de ser capaz de tergiversar para sus conceptos cualquier situación. Por lo mismo no es de sorprenderse que existan violaciones de maridos a sus propias mujeres, o que muchas mujeres se den cuenta años después que estuvieron en situación de abuso. Esto ya no tiene nada que ver con el relato del monstruo salvaje que espera a las chicas tras un árbol, esto tiene que ver más con el producto de una creencia de que el hombre es el único que puede gozar del placer sexual y que en muchos casos la mujer es sólo una objetualización. También hay que dejar claro algo que siempre queda a medias tintas, el que una violación no sea terriblemente forzada, no quiere decir que deje de serlo. Nuevamente, un NO es NO y listo.


Más allá del carácter pérfido de quien ejerce abuso de poder por medio de la violación, existe por otro lado, toda una cultura que nos enseña a que el Poder es algo que se debe alcanzar por fuerza, por ende solo se puede obtener imponiéndose. Las mujeres no pueden entrar en esta competencia por el Poder, porque siempre serán las Madres que nos sustenten física y emocionalmente a nosotros los onvres….o sino, siempre serán las Putas que nos satisfagan. 

Una sociedad heteronormada expone valores en lo que eternamente el varón debe ser el agente potente, mientras que la mujer debe actuar desde la pasividad, y sólo se le alaba su iniciativa cuando se trata de llevar a cabo su capital erótico. Hablando de eso, la pornografía es particularmente  una de las representaciones culturales con más carga semiótica sobre la posesión de poder hacía la mujer. Cada vez es más común el tipo de pornografía mainstream donde las actrices fingen dolor, humillación o mancillamiento, el problema de esto no es el mercado de la pornografía en sí, es como este relato se pierde en la idea de ficción y se acepta más como una realidad en si misma. Al notar esto, es obvio que ideas como un porno hecho por mujeres puede cambiar ciertos parámetros, la industria generalmente la comandan los hombres y son muy reacios a realizar modificaciones significativas. 

Cómo es que las imágenes de la pornografía influyen en los jóvenes en su proceso de formación, es algo debatible, si es bueno o malo para su sexualidad, pero sin duda, aquel porno mainstream que no da muchos rodeos en mostrar a la mujer como un simple objeto de satisfacción y al hombre como un pene que no se cansa nunca, naturalmente ayudará a fomentar el imaginario de que el sexo es un acto cercano a la violación. 

El relato de que la violencia sólo puede ser maniobrada por la fuerza masculina se pliega tanto en los discursos que termina construyendo, por efecto de rebote, una feminidad servil y dócil a los impulsos masculinos. Incluso en los casos de violación, las reacciones no pueden ser de la misma forma en ambos géneros y esto es algo que el imaginario cinematográfico nos demuestra una y otra vez. Pero mejor cito a Despentes en “Teoría King Kong” que da en el clavo:

"En estas tres películas (La última casa de la izquierda de Wes Craven, El ángel de la venganza de Abel Ferrara, Escupo sobre tu tumba de Meir Zarchi), vemos cómo los hombres reaccionarían frente a la violación si estuvieran en el lugar de las mujeres. Un baño de sangre, de una violencia despiadada. El mensaje que nos dirigen está claro: ¿por qué vosotras no os defendéis más violentamente? Lo que resulta sorprendente, efectivamente, es que no reaccionemos de ese modo. Una empresa política ancestral, implacable, enseña a las mujeres a no defenderse. Como siempre, doble obligación: hacernos saber que no hay nada tan grave, y al mismo tiempo, que no debemos defendernos, ni vengarnos. Sufrir y no poder hacer nada más. Una espada de Damocles entre las piernas.

Pero las mujeres sienten aún la necesidad de afirmar: la violencia no es una solución. Por tanto, el día que los hombres tengan miedo de que les laceren la polla a golpe de cúter cuando acosen a una chica, seguro que de repente sabrán controlar mejor sus pasiones «masculinas» y comprender lo que quiere decir «no». Yo habría preferido, aquella noche, ser capaz de dejar atrás lo que habían enseñado a mi sexo y degollarlos a todos, uno por uno. En lugar de vivir como una persona que no se atreve a defenderse, porque es una mujer y la violencia no es su territorio, como si la integridad física de un hombre fuera más importante que la de una mujer."

Por muy duro que se sienta, ser un hijo sano del patriarcado es básicamente normalizar conductas violentas hacía las mujeres e imponer siempre una idea de placer que sólo puede ser manipulada por nosotros. Mi idea, para mis lectores (que creo la mayoría son hetero-cis) no es acusarlos de nada, pero si remover ciertos cimientos, justamente impulsar una deconstrucción, y como dije más arriba, la deconstrucción es un estado de crisis. Matar al machirulo que llevamos dentro involucra aceptar que sí hay un machirulo allí y que siempre que se de la ocasión buscará salir. La idea es atajarlo y mantenerlo a raya. Obviamente lo ideal sería exterminarlo, pero los gestos radicales no son fáciles de llevar a cabo, toman tiempo. No obstante, basta con tener conciencia sobre ello y hacer algo al respecto, pero negarlo no sería una buena forma de lucharlo, eso sería  simplemente dejarlo bajo la alfombra, y el polvo siempre se acumula y cuando alguien sacuda un poco la alfombra todo ese polvo se esparcirá y revelará la suciedad que escondemos.-

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