Cuesta hablar bien o mal de Radiohead porque ya ningún argumento da el ancho adecuado para caracterizar la historia y significado de los de Abingdon que son a estas alturas un verdadero clásico contemporáneo, parece mentira que el mismo grupo que lanzó “Ok Computer” (1997) y “Kid A” (2000) sigan produciendo en tan alta gama, ya que si bien la calidad técnica y musical de “A Moon Shaped Pool” (2016) es incuestionable, eso no acredita su trascendencia que tan esquiva les resulta en sus últimos discos ¿Qué es lo que ofrece realmente este nuevo trabajo? Y más importante aún ¿Con qué Radiohead nos estamos topando en la mitad de esta nueva década?
Crípticas campañas de marketing, ocultismo mediático y un par de falsos-verdaderos-no sé qué rumores levantaron las expectativas de los fanáticos que esperaban encontrarse con un disco que marcara una nueva revolución en los sonidos de la banda. Cuesta entender al fanático en su aspecto más inocente, evidentemente un nuevo disco sería bien recibido por una mayoría que poco le importaba realmente su contenido, pero por otro lado las ansías de muchos a que la banda regresara un poco a sus raíces rockeras o al menos abandonasen las obsesiones electrónicas de Thom Yorke crearon la ilusión de que el grupo estaba experimentando con guitarras más densas, más aún cuando en una entrevista del año pasado Jonny Greenwood anunciaba que se estaba trabajando en una versión de “Lift” un tema de 1996 que nunca se registró en un disco, pero que se tocó en vivo en varias ocasiones.
Cuentas más, cuentas menos, una primera repasada
a esta luna con forma de piscina no deja conforme a todos, y se produce un
curioso síndrome que llamo “El fanático conciliador” ese que en desmedro o desentendimiento del nuevo trabajo de los ingleses, termina
por alabar o privilegiar el disco anterior que justamente se había denostado en
favor del predecesor, y así, sin fin.
Si nos guiamos por “Spectre” canción compuesta para formar parte de la banda sonora de la película “James Bond: Casino Royal” , pero que no fue incluida (y que tampoco fue incluida en el disco) podemos apreciar a unos Radiohead mucho más orgánicos y con la esencia de su característico tenor emocional, depresivo y lánguido que tan bien supieron estampar y transmitir en plena década de los 90, “Spectre” era como escuchar la evolución perfecta de la época del “Amnesiac”, en aquella rola los cabecillas Greenwood y Yorke combinaron lo mejor de sus mundos, pero si obviamos ese petit bouche que el buen Thom le dio a sus fans a finales del año pasado, el verdadero primer acercamiento al noveno disco de Radiohead pintaba a que la banda se arriesgaba con ganas “Burn the Witch” es un exquisito track de tres minutos y medio en donde Greenwood en honor a su héroe el compositor Krzysztof Penderecki, se despacha un sonido de cuerdas tensas muy atípico a lo que se conoce de Radiohead aunque cercano a una de sus bandas amigas, Portishead.
Si nos guiamos por “Spectre” canción compuesta para formar parte de la banda sonora de la película “James Bond: Casino Royal” , pero que no fue incluida (y que tampoco fue incluida en el disco) podemos apreciar a unos Radiohead mucho más orgánicos y con la esencia de su característico tenor emocional, depresivo y lánguido que tan bien supieron estampar y transmitir en plena década de los 90, “Spectre” era como escuchar la evolución perfecta de la época del “Amnesiac”, en aquella rola los cabecillas Greenwood y Yorke combinaron lo mejor de sus mundos, pero si obviamos ese petit bouche que el buen Thom le dio a sus fans a finales del año pasado, el verdadero primer acercamiento al noveno disco de Radiohead pintaba a que la banda se arriesgaba con ganas “Burn the Witch” es un exquisito track de tres minutos y medio en donde Greenwood en honor a su héroe el compositor Krzysztof Penderecki, se despacha un sonido de cuerdas tensas muy atípico a lo que se conoce de Radiohead aunque cercano a una de sus bandas amigas, Portishead.
"Burn the witch" nos
tomó a todos por los pelos con un legítimo tema indescifrable y diferente a lo
que Radiohead había hecho en su último disco, y si la mano hubiese venido por ese lado el disco
hubiese sido un vendaval de sorpresas…PERO llego “Daydreaming” una canción que
obviamente no está mal, pero que nos deja a todos con la sensación de que es
algo que ya se ha explotado mucho, no cuesta mucho repasar su extensa discografía y encontrar melodías
tan similares en su estructura que es fácil criticar ese “mirarse el ombligo”, esa
autocomplacencia que más que sentido de coherencia a todos nos parece una gran
flojera creativa. Lamentablemente siendo la banda que es todo el mundo va a
esperar mucho de Radiohead, no podía ser de otra manera. Pero sigamos “Decks
Dark” mantiene el espíritu calcado de las canciones más lounge del “Amnesiac” y
no hay mucho más que decir, un catastrófico fan comentaría que el
piloto automático puesto a la hora de construir este disco fue inminente, pero
por fortuna “Desert Island Disk” canción ya estrenada el año pasado por Thom
Yorke nos reconforta en su belleza y tonalidad, nuevamente podemos pillar a
esos Radiohead que saben transmitir su lamento con sutileza, la guitarra acustica suena acorde con la atmosfera electrónica que arremete en el climax del
tema y la batería se ajusta con precisión además de que por fin dice HELLO en
un disco donde poco tendrá que atizar, pobre pelado. “Full Stop” otro tema ya probado en vivo recompensa esas ansias de quienes esperaban oír un poco de
ritmos más rockeros aunque es sólo una fachada, en realidad estamos ante un
tema bastante más trance propio de las
aventuras solistas de York y de la temática del disco “The King of Limbs”
(2011), cosa que no es rara tomando en cuenta que esta canción se
compuso poco tiempo después de aquel trabajo. “Glass Eyes” ofrece algo parecido a
“Desert Island Disk” belleza y temple, pero no emociona como quizás si lo
hubiese hecho de haber sido estrenada hace una década atrás, por más arreglos
de violines y bajos se le agreguen.
“Identikit” con un pulso interesante nos propone una atmosfera envolvente, un juego que Radiohead ya domina por completo, nuevamente una gran canción, pero nada muy emocionante a la hora de resumir el trabajo en su totalidad, también es otra rola salida del año 2012 cuando la banda daba rienda a la segunda parte de su gira “The kings of limbs”, “The Numbers” tampoco ofrece sorpresas ni nos hace levantar mucho las cejas, pese a su sobreproducción y etéreo sonido, entraría perfectamente en cualquier disco anterior de la etapa post Kid A, así mismo el inicio de “Present tense” me remite de inmediato al de la canción “Faust Arp” del disco “In Rainbows”, sin embargo, la batería logra destacarse una vez más y ese coro de aires italianos de los 60 le hace ganar puntos. La penúltima canción, aquella del largo título parece nuevamente un refrito de algún tema del “Amnesiac” o incluso del “In Rainbows” pasando sin pena ni gloria y destacando justamente porque el título excede el número de palabras que el resto. Pero si ya parecía odioso las auto referencias y pocas tentativas a la experimentación el broche de oro lo pone “True love waits” una canción que data de 1995 al menos y que nunca había sido grabada oficialmente en estudio, y SORPRESA, la versión es realmente buena y suena genuina, como si fuese algo nuevo y desconocido en el universo de Radiohead. Explíquenme cómo es que una canción que tiene más de veinte años puede llegar a sonar más original que un montón de otras canciones compuestas hace por lo menos cinco o menos. La balada que como rareza sonaba muy bien en su versión acústica, se convierte hoy en una canción de toques siderales que gana mucho dramatismo y es capaz de transmitir el sentimiento desgarrador del que la banda siempre se caracterizó, además de replantear el sonido noventero de la banda de una forma muy inteligente. Un gran tema aun siendo de aquellos en el que parece que todo es Thom Yorke, lo que no resulta raro ya que en palabras de su productor Nigel Godrich esta canción se trató de grabar tantas veces en la historia del grupo que la esperanza de una versión verdaderamente buena termino siendo un chiste y el único que persistió por validarla era Thom.
Evidentemente el disco es valioso en su diseño, producción y ejecución musical, tratar de buscarle esas fallas a Radiohead es como buscarle errores ortográficos a un cuento de Borges, llega a ser absurdo, la crítica va más por la propuesta que en este caso es nula. ¿Será cansancio de la marca?; ¿Aburrimiento por parte de sus miembros? Es difícil determinarlo. En la reseña para Rockaxis de Andres Panes se declara que “No será su disco más vanguardista, pero es tan hermoso que no necesita disculparse” Y sí, la belleza de las atmosferas, de la música es elemental mi querido Watson, pero ese eje constante sobre si mismo y ese apego a su patrimonio parece ser una actitud ajena a las aventuras musicales que solía emprender la banda, justamente “The King of limbs” ahora me parece un disco más interesante de escuchar. Como fans de este tipo de grupos que suelen dar el paso para cambiar el switch uno espera apuestas y en este disco el conservadurismo es fuerte, salvo tres temas, nada resulta muy excitante. Es imposible para uno pensar que Radiohead podrían darle a estas alturas de su carrera un giro tan fuerte como lo hicieron cuando lanzaron “Kid A” o “In Rainbows”, pero igual uno se aferra a la confianza de que pueden hacerlo las veces que quieran. Pues nada, el disco es un bonito compendio de canciones que hacen que la tarde sea más llevadera, pero la verdad espero que un décimo trabajo no tarde tanto en llegar y este disco sea recordado más como un trabajo de transición, un poco como le paso al “Hail to the thief” del 2003. Todavía te tenemos fe cabeza de radio.-
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